La soledad inesperada de los Goya
ALBERTO ÁLVAREZ - Parecía que la 22 entrega de los premios de la academia del cine iba a pasar a la historia como la noche de El orfanato. La sorpresa fue mayúscula cuando Amenabar abrió el sobre de la mejor película y leyó dos palabras: La soledad. Probablemente el gran público poco sabía de esta película que se estrenó tímidamente hace unos meses. Su director, Jaime Rosales, que debutó en 2003 con Las horas del día, se llevó el premio al mejor director. Mientras que uno de sus actores, José Luís Torrijo, se llevó el de actor revelación. Tres goyas de tres nominaciones. Esto supone una reivindicación del cine de autor en España. En su discurso Rosales se incluyó dentro de un grupo de cineastas que hacen otro cine español como José Luís Guerín, Isaki Lacuesta o Marc Recha.
El orfanato, fenómeno del año, aún así consiguió siete premios incluidos mejor guión original o mejor director novel. Las trece rosas tampoco se fue de vacío y consiguió cuatro. Los premiados no pudieron desaprovechar la ocasión para homenajear a las jóvenes protagonistas de aquella tragedia.
Otra de las triunfadoras morales de la ceremonia fue Bajo las estrellas, que se llevó el Goya al mejor actor para Alberto San Juan y el de mejor guión adaptado. Rec, la terrorífica y rentable cinta de Jaume Balagueró y Paco Plaza, consiguió otros dos goyas, mejor montaje y mejor actriz revelación para la presentadora de los cuarenta Manuela Velasco. La mejor película hispanoamericana fue XXY de Lucía Puenzo y Nocturna fue la mejor película de animación.
El premio a la mejor actriz fue para una emocionadísima Maribel Verdú por Siete mesas de billar francés. Podrá dormir tranquila, era la quinta vez que aspiraba al Goya y aún no le había tocado. Ampara Baró le dio el segundo a la película de Gracia Querejeta, el de actriz de reparto. |
Una gala más amena
El showman Jose Corbacho fue por segundo año consecutivo el encargado de conducir la ceremonia. El resultado fue mejor que el del pasado año y parece que quedan atrás las noches aburridas, largas, casi eternas, de otras ediciones. Corbacho apareció disfrazado de niño de El orfanato, se hizo un traje con la ley del cine y cubrió la ausencia de Bardem imitando su atuendo de No es país para viejos, la película que le puede dar el oscar. Tuvo tiempo también de confundir a Belen Rueda con Belen Esteban o de proponer el “chequecine”, 400 euros para el que se atreva a ver una película española. La ovación de la noche fue para un intraducible Alfredo Landa, sin palabras cuando subió a por su Goya de honor. Quizá el año que viene sea la noche de Almodóvar, o de Woody Allen.
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